Aquí vengo con mi Cruz a lomos entre la cobija de mis dos costillas a ofrecerte mi muerte llena de espinas y esencia. Arañaré montañas con mis propias manos, derramaré versos rojos bajo mis pies en el camino hasta elevar mi espíritu en plegaria. Quítame la venda y alumbra mi camino, haz que mis pies se guíen por sus huellas y encuentre la razón de este mi existir. No me pidas paciencia ni calma, pues mi ser excasea de dicha virtud cuando se trata de hallar su alma Y ahora ya que ambos nos entendemos, ábreme las puertas del Templo, que mi alma ansia por abrazar mi eterno amor llegando tarde a mi cita y así juntos seguir en el gozo de amarnos a ciegas, en ráfagas de viento, al más puro estilo de halcones viajando en paralelo por los arenales de la eternidad .