Entre minutos y horas (V)
Por un momento tembló sobre la cuerda que la sujetaba los pies, donde se vio pisando sobre ella a una altura que podría caer en picado si no se sostenía. Sus manos retorcían sus pezones con fuerza, estaba a punto de gritar cuando sintió el cuero sobre su piel recorriendo sus vértebras hasta llegar a su coño donde de nuevo sintió aquel zass sonoro, ahora era una fusta y cada vez que ella se retorcía de placer volvía a impactar contra sus nalgas y muslos mientras él seguía cavalgándola como si fuera su yegua, la cogió por las manos llevándoselas a la espalda y la ordenó que le ofreciera su coño, apoyó su rostro contra el colchón y alzó sus nalgas con las piernas bien abiertas; sintió como introducía de nuevo un dedo, dos, en su vulva. Andrea sintió vergüenza por estar tan húmeda, sus dedos entraban y salían, a su oído le susurraba estás muy húmeda putita, aquellas palabras la humedecían aún más, estaba a punto de explotar y aquel hombre no hacía más que martirizarla, de pronto notó como